divendres, 28 de desembre del 2012

NUESTRO TESORO


    El profesor de guardia se encontró por el pasillo a Damián, un alumno de primero de ESO que se emociona jugando al veo veo. Estaba tranquilizándose, ya que con su educadora pactaron que cuando se alteraba necesitaba relajarse y esto lo hacía en el pasillo.
-¿Que haces aquí que no estás en clase?- dijo con un tono brusco.
-Y a ti que te importa.
-Conmigo no te hagas el chulo, ves ahora mismo a la sala de guardias.- Ya era conocido por el centro el desacato a la autoridad que mostraba el niño. Y cada uno tenía su opinión a como ponerle remedio...
-Sí, sí, vete tu- con menos de un metro y medio al niño no le daba miedo nada cuando la ira le vendaba los ojos.
-Te vas a enterar...- cogiéndole de la sudadera lo pretendía llevar por sus huevos.
Se oyeron gritos y una retahíla de insultos sorprendentes para un niño que aún no sabe escribir separando bien las palabras y que no entiende de tablas de multiplicar.
-Te voy a poner un parte. Y te vas a enterar.
-Y yo te voy a denunciar.

Cuando sonó el timbre, la educadora aún hablaba cariñosamente con el niño, intentándolo hacerle reflexionar de los errores cometidos. El profesor pasó de reojo y se los miró desde arriba.

Por la noche, a la hora de los postres, el profesor, con ojeras por un trabajo al que no le encuentra sentido, aún le contaba a su mujer las desdichas de su trabajo:
-... y encima tiene a una educadora a la que le toma el pelo. Es una blandengue, no sabe imponerse.

La educadora, al meterse en la cama, con una sonrisa en los labios, pensaba en el tierno momento en que Damián le enseñó el rincón del patio que había pensado para ir a tranquilizarse cuando la ira le vencía, y así no estar por el pasillo donde aún se buscaba más problemas.
-Mira buscaré unas piedras para jugar a un juego que me relaja. -Y minuciosamente buscó unas piedrecitas de la medida correcta.
-Mira se juega así, se lanza una y se caza con la mano del revés... espera, que voy a buscar unas para ti.
-Las podemos esconder en este rincón para que las tengas a mano para cuando necesites estar solo.
-Sí, vale, espera...- dijo Damián yendo a buscar dos hojas secas del suelo para ponerlas sobre las piedras.- Mira, así protegeremos nuestro tesoro.

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